La Alacena

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Gascón 1401 (Palermo)


La primera vez que visitamos La Alacena fue hace ya dos años. Desde aquel día, hemos vuelto a esta esquina de Palermo en muchas oportunidades y siempre comimos riquísimo. ¿Por qué no, entonces, compartirles algunas de nuestras experiencias más recientes en “lo de las chicas”, como ya las conocen en el barrio?

Para quienes viven en un tupper y nunca escucharon nada sobre ellas (raro, pero puede pasar), “las chicas” son Julieta Oriolo y Mariana “Nani” Bauzá. Se conocieron durante su paso por la Escuela de Cocina del Gato Dumas y, a pesar de haber tomado caminos distintos al egresar, ese famoso hilo rojo del destino las volvió a juntar. El nombre de este emprendimiento fue “La Alacena”, en honor al mueble donde guardan y exponen la vajilla artesanal que usan en el salón, y por los productos naturales con los que cocinan.

¿Cuál es el secreto de su éxito? Cocina familiar de influencia italiana hecha con el corazón y buenas técnicas, sacando siempre lo mejor de cada ingrediente. Suena fácil, pero no lo es.

A lo largo de este último mes, la vida nos encontró almorzando ahí en dos oportunidades. En la primera, fuimos a probar el famoso Gastrobrunch que ofrecen exclusivamente los lunes, el franco por excelencia del rubro gastronómico. “Quisimos hacer un brunch copado para nuestros colegas y amigos cocineros, camareros y bartenders que se acercan en su día libre a comer, y para todos nuestros clientes de los lunes, usando los productos de estación que tuvieran disponibles nuestros proveedores”, nos contaba Mariana cuando le preguntamos por el origen de la idea.
Quisimos hacer un brunch copado para nuestros colegas y amigos cocineros, camareros y bartenders que se acercan en su día libre a comer, y para todos nuestros clientes de los lunes, usando los productos de estación que tuvieran disponibles nuestros proveedores


Una pizarra en la entrada detallaba el paso a paso del gastrobrunch de turno: Café con leche, Huevos a la plancha con ajíes largos y espinaca, Prensatti de queso azul y pickle de pera y nueces, un aperitivo, Pescado blanco marinado cubierto con escamas de parmesano y peperoncino, Pappardelle con pesto de albahaca, y Pera cocida en grappa y crema fresca. Arrancamos cronológicamente, con el café con leche y los huevos, de clara crocante y yema líquida. Seguimos con el prensatti de queso azul, cuyo sabor fuerte y mantecoso se emparejaba muy bien con la conserva de peras y con unos pepinitos agridulces que lo acompañaban. El marinado de pescado, fresco y picante, fue la bisagra entre esa primera mitad del brunch más “desayuno”, y las pastas que lo sucedieron. Fue con este plato que le dimos un primer sorbo al Campari con naranja, como para entrar en calor previo al plato fuerte. Los pappardelle caseros, al igual que la primera vez que los probamos, eran la gloria: unas cintas anchas y sedosas cocidas al dente, cubiertas por un pesto de albahaca alimonado, con trozos de nueces de pecan que tanto disfrutamos de morder.

Antes de darle duro a la pera, sumamos a la fiesta el plato del día (somos insaciables y nos gustamos así): unos Bucatini con prosciutto, arvejas, ricota fresca y espinaca. Los bucatini y todo lo salado del jamón resultaron una combinación perfecta. Las arvejas aportaban su color y dulzura, y la ricota era el toque suave y granuloso. Un plato consistente, pero que así y todo se bancó perfecto el calor del verano.
Las peras del final resultaron ideales después de semejante festín, apenas dulces y ligeras para digerir.

Para tener en cuenta: por estos días de verano, la saga gastrobrunch de los lunes ha quedado discontinuada. ¡Pero a no desesperar que en marzo vuelve con todo!

La excusa para nuestra segunda visita en menos de treinta días fue la foto de unos tagliatelles de sémola con higos que vimos en su fanpage y que nos dejó salivando como locos.
En esa oportunidad, pedimos para la previa una Bresaola (lomo curado) que llegó cortada en finísimas rodajas sobre un tostón que cubría toda la superficie del plato. Acompañaban unos higos frescos, hojas de rúcula, ricota salatta, aceite de trufa y miel. Una antipasto fresco y con diferentes texturas, apenas perfumado con ese aire a trufas que tanto nos recordó a nuestro feliz paso por Italia, allá lejos por el 2012.


Los dos principales fueron pastas: los tan esperados Tagliatelles caseros de sémola italiana con higos a la sartén, crema, mozzarella fiordilatte, peperoncino y limón, y unos Pappardelle de sémola con hongos frescos y secos, paté casero y crema. Los higos que acompañaban mis pastas estaban carnosos y dulces, tal y como esperaba encontrarlos. Sólo de fanática que soy de los higos (me ENCANTAN), me hubiera gustado encontrar más para no quedarme con algún bocado de pastas sin ellos. De todas formas, la combinación me resultó maravillosa e inesperada, tal vez porque nunca antes había comido pastas con higos. “Siempre me inspiran los productos de temporada”, nos contaba Julieta cuando le preguntamos por este plato tan particular de la carta. “Ni bien los ví [los higos] enseguida me puse a pensar en cómo usarlos. Ya en otro momento los había hecho rellenos para un antipasti y frescos en postres. Hasta que me acorde de una receta italiana en la que los usaban en una pasta”. Así fue como empezó a sumar elementos a la sartén para acompañarlos: la crema para que no quede tan dulce, el peperoncino para que pique un poco, el tomillo y el limón para refrescar y la mozzarella fior di latte como el elemento goloso. Y para esa mezcla de sabores, los tagliatelles de sémola resultaron ideales. “Es un poco así como voy pensando los platos: algún aroma, algún recuerdo, algo que veo lindo... Después lo armo en la sartén y voy ajustando sabores”. Y así como quien no quiere la cosa, nos fuimos metiendo de lleno en el proceso creativo de Julieta a la hora de dar forma a su comida.
Es un poco así como voy pensando los platos: algún aroma, algún recuerdo, algo que veo lindo... Después lo armo en la sartén y voy ajustando sabores
Por su parte los pappardelle, cubiertos de salsa cremosa e impregnados por el sabor profundo y terroso de los hongos, no se quedaron atrás a la hora de recibir elogios. El broche de oro fueron los postres, una Pannacotta Affogato con biscotti de castañas y una Pavlova con curd de limón y frutas frescas. Cada cucharada de la pannacotta era una caricia con sabor a café que le regalábamos al paladar, más aún después de morder el biscotti crocante. La estructura de la mini pavlova era crujiente por fuera y ligera por dentro. El toque ácido del lemon curd y las frutas frescas (rodajas finas de durazno, gajos de naranja, trozos de frutilla y algunos arándanos) se balanceaban a la perfección con el merengue dulce. Dos postres de sabores distintos pero igualmente satisfactorios e indulgentes, que nos dejaron relamiéndonos las comisuras de los labios.


Antes de irnos, no pudimos dejar de conocer la Panadería que desde hace unos meses abrieron pegadita al bistró, ambas conectadas a través de la cocina. La premisa: “Recetas atesoradas por años, que hoy son nuestros clásicos”. Panes de campo, negros, integrales y de nuez, ciabattas, focaccias, farinattas, biscottis, crostattas, medialunas, croissants, tartas y tarteletas con rellenos varios (ricota, mousse de chocolate con sal), scons tradicionales, saborizados y hasta rellenos, granolas y conservas (la de zapallo en almíbar de vainilla de madagascar es LO MEJOR QUE NOS PASÓ), son sólo algunas de todas las cosas ricas que ofrecen de lunes a viernes de 10 a 17 hs. y los sábados y los domingos de 8.30 y hasta las 16 hs.

Conforme pasan los años, La Alacena mantiene intacto su lugar como uno de los bistrós favoritos del barrio y aledaños. ¿El secreto? Comida casera de sabores honestos, de esa que siempre es un placer sentarse a comer.

Gascón 1401, esquina Honduras (Palermo)
4867-2549
laalacenacafe@gmail.com
Abierto de Lunes a Viernes, de 8.30 a 19hs.
Sábados de 10 a 18hs.
Domingos de 10 a 16hs.
La Alacena en Guía Óleo
La Alacena en TripAdvisor

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