Paraje Arévalo

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Arévalo 1502 (Palermo)


Son pocos los elementos necesarios para que una noche sea perfecta. La compañía es uno de ellos. Otro, la buena comida. Si esta combinación está presente, todo lo demás se vuelve attrezzo.
Ese fue el caso de nuestra experiencia en Paraje Arévalo, donde la pasión fuerte que el binomio Kyriazis-Di Benedetto le puso a su “cocina de influencias” resultó más que suficiente para completar nuestra fórmula de la felicidad infinita.

El restaurante -ubicado en la ochava de Arévalo y Cabrera- se nos brindó sencillo y para nada intimidante. A través de una abertura en el centro del salón podíamos ver la cocina, pequeña pero impoluta. La distancia entre las mesas era la ideal para respetar la privacidad de los comensales. Objetos con historia distribuidos por aquí y por allá, una bicicleta sobre una heladera Western Electric revestida en madera, y los baldosones en blanco y negro del piso hacían a la personalidad del lugar. La iluminación nos hubiera gustado más cálida, pero fue sólo un detalle en el que dejamos de reparar cuando nos entregaron el menú con la secuencia de 9 pasos que estábamos a punto de degustar, dando inicio a la función.


Arrancamos con los snacks: unos baos tibios (panecillos de estilo asiático cocinados al vapor y rellenos de queso crema) que llegaron dentro de una mini bamboo steamer, un pan casero y una manteca de queso azul (gran estrategia para abrir el juego), y un cazo de madera bien nórdico con una Sopa de calabaza especiada. Confieso que quedamos prendados del ruido ahogado que hacía la cuchara en contacto con el fondo de la cazuelita de madera, mientras raspábamos con ganas hasta la última gota de nuestra sopa. Son cosas como esas las que confirman que la perfección está en los detalles.

El primer vino que probamos fue un Lagarde Viognier cosecha 2015, que tuvo a su cargo acompañar el plato favorito de Ale, los Dadinhos de tapioca rellenos con provoleta y fondue de tomates. El sabor dulzón de los tomates iba perfecto con el picantito del queso. Si nos preguntan, podría haber habido un poquito más de fondue para no dejar ninguna parte del dadinho sin compañía. Las hojitas de orégano fresco sí que se hicieron sentir.

El paso siguiente fueron unos Raviolis de langostinos en su caldo, con chile y cilantro. Me vi completamente deleitada por el relleno indulgente de los raviolis y por el picor del caldo. El sorbo del viognier que tomamos al final no hizo más que amplificar los sabores remanentes en la boca. Si fuese legal casarse con un plato de comida, este sería mi gran candidato.

Seguimos el recorrido con un Lagarde Chardonnay cosecha 2014, antesala para un Pulpito al pimentón que primero fue confitado, y luego cocinado junto a las papas, con ají pimentón salteño. Una emulsión de arvejas verde flúo aportaba el toque de color a la composición del plato. Mi pulpo estaba bien carnoso, y con sus tentaculitos formaba un corazón (awww!). El de Ale vino un poco más flacuchino, pero igual de sabroso.
El paso siguiente, la pesca del día (Salmón blanco con porotos y ají amarillo), llegó sin cambiar de vino. El aderezo cremoso de ají amarillo MAMITA como picaba! Teniendo en cuenta el tono picantón de los pasos previos, no se quedó atrás.

Y llegamos así al famoso Huevo apanado, platillo que con los años supo devenir en un emblema de Paraje Arévalo. Cocinado a 63°C por un período de 40 minutos y luego apanado en panko y frito, el juego de texturas que Kyriazis alcanza en un ingrediente tan sencillo como el huevo -crocante por fuera y yema cremosa por dentro- es envidiable. Esta maravilla culinaria que nunca estuvo fuera del menú del restaurante, es parte del elenco estable que sale de ronda junto al Food Truck cada vez que aparca en alguna de las ferias gastronómicas itinerantes de la ciudad. Es muy recomendable aprovechar esas apariciones esporádicas para probarlo.
En la base del plato encontramos un puré de ñame -tubérculo de sabor muy similar a la papa pero más suave y del que nunca habíamos escuchado nada hasta ese momento- y unos vegetales de estación salteados. Sólo un recordatorio: no se priven de pedir pancito para limpiar el plato sin piedad. Maridamos con un Rosé Malbec de la bodega Kaiken, de sabor suave y frutado, que también nos acompañó con el Arroz frito que llegó a continuación. La textura crocante del arroz nos recordó a aquella del maíz inflado. El sabor a tierra de los hongos (en forma de crema y también salteados) y de los brotes de zanahorias nos cambió completamente la sintonía. Fue como un volantazo en manos de un conductor experto, brusco pero calculado, que otra vez nos sorprendió.

Para el Vacío ahumado a la leña con puré de zanahorias que ofició de paso previo a lo dulce, nos sirvieron un Lagarde Malbec cosecha 2014, gran aliado de la carne. Durante el instante fugaz que nos llevó fotografiar el plato, el aroma a leña fue un gran augurio. La textura del puré de zanahorias era suave, y en la boca nos sorprendió especiado con cúrcuma y comino.

Casi sin pausa (por pedido nuestro) arribó a nuestras copas el aperitivo, un Cruzat Cuveé Extra Brut blend de Chardonnay y el pre-postre, una crema espumosa de naranja y limón con un crumble de azúcar negra que en el menú se hacía llamar Negritas de cítricos. Un manjar dulce (para nada empalagoso) y tan liviano que estaba para pedirlo en tamaño XL con una cuchara sopera y comer hasta reventar.

Para el fin del recorrido quedó el Parfait de chocolate amargo con almíbar de granada, y un budín de bananas y yogurt bien esponjoso, cubierto por una lámina fina de frutos secos y chocolate. Aplausos de pie.

Como bien dijimos al comienzo, son pocos los elementos necesarios para que una noche sea perfecta. Si coinciden con nosotros que la buena comida es uno de ellos, Paraje Arévalo es el lugar que están buscando. El resto, es attrezzo.

At last... my looove has come-along
My lo-nely days are over...
and life is LIKE A SONG, oh yeahhh

Arévalo 1502 (Palermo)
4775-7759
info@parajearevalo.com
Abierto de Martes a Domingos, de 20 al cierre.
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